Rugby en las Islas Malvinas: el nacimiento de un sueño


El sueño comenzó hace varios años, pero la historia marcará al domingo 13 de diciembre de 2009 como la fecha a recordar. Ese día, se jugaba el primer partido de rugby en las Islas Malvinas.
Durante mucho tiempo nos preguntamos ¿Cómo unir dos pueblos después de una guerra?, ¿cómo generar un evento superador que nos ayude a curar las heridas aún abiertas?
¡Hagamos un partido de Rugby! ... fue la respuesta que encontramos en el deporte que habíamos jugado toda nuestra vida y que nos había formado con sus valores.
Muchas cosas sucedieron desde que Juan Bautista Segonds tuvo la idea de realizar un partido de rugby en Malvinas y utilizar el deporte como herramienta de encuentro y superación.
Al principio no se encontraban las respuestas a los correos y cartas pero Juan Bautista y Fernando Vela nunca se dieron por vencido hasta que pasado mucho tiempo llegó la primera respuesta: el sueño estaba en marcha.
Hubo un primer viaje para reunirse con la Asamblea de las Islas, los militares, la radio y el diario… todos querían saber que se proponía la Fundación Rugby Sin Fronteras . Y la respuesta era simple: vivir el rugby y plantar su semilla en Malvinas, demostrando que el deporte une y va más allá de todo tipo de cuestiones políticas e ideológicas.
Muchos preparativos siguieron a la aprobación de la realización del evento. Había que encontrar a amantes del rugby que fuesen capaces de estar a la altura de las circunstancias, ya que era la primera vez que una delegación deportiva de Argentina viajaba a Malvinas. Y esas personas, además, debían dejar sus familias y trabajos durante diez días y costearse el desarrollo de la aventura…



Finalmente fueron 34 los elegidos. De distintas partes del país, con diferentes edades, profesiones y trayectoria dentro del planeta ovalado. Desde grande Pumas a jugadores que apenas pisaron una cancha, pero todos con el mismo amor y compromiso desinteresado por el rugby.
Algunos contratiempos entre el primer viaje y la llegada de la delegación no detuvieron esta utopía y, al igual que en una cancha, todos se pusieron a empujar más fuerte para llevar este sueño adelante.
Llegar y vivir en Malvinas fue intenso. Esa ronda de respeto, pasión y lágrimas del 13 de diciembre quedará marcada a fuego para los 34 hombres que la vivieron. Después vino un partido cargado de emociones, pasión, respeto y buen juego. Durante toda esa semana, en las islas se respiró rugby. Muchos chicos se acercaron a la salida del colegio y vieron por primera vez una pelota ovalada, que se pasa con las manos y para atrás, pero con la que se va siempre para adelante. Día tras día, los chicos (hubo algunas chicas que también se animaron) iban asimilando cada vez más lo que se les enseñaba, sobre todo el respeto por el que habla, la unión del grupo, el trabajo en equipo y el jugar al rugby.
Hubo otro partido el jueves 17, esta vez compartiendo la cancha con militares ingleses que sabían de qué se trataba y con algunos habitantes de las islas, valientes para dar sus primeros pasos con la ovalada.
El tercer tiempo fue la muestra cabal de la satisfacción por la tarea cumplida: visitantes, niños, locales, padres y madres se reunieron para celebrar todos juntos este nuevo vínculo deportivo y de amistad que se había formado.
El deporte todo lo puede, sobre todo cuando está cargado de valores como nuestro querido rugby, y mucho más cuando hay gente que se compromete a transmitirlos sin esperar nada más que la sonrisa de un chico a cambio. Porque esa es la esencia de este juego.
Fue plantada la semilla del rugby. La de su espíritu y la del juego. Vaya el agradecimiento eterno a los 34 amigos sin fronteras que se sumaron a esta aventura, a quienes pusieron el hombre pero no viajaron (de manera física, porque estuvieron siempre presente en los corazones de todos) y a las empresas que creyeron y apoyaron este sueño, haciéndolo posible.

El testimonio de Fernando Vela
"Cuando Bautista me cuenta del proyecto de hacer un partido de rugby en las Islas Malvinas, ¡me pareció imposible!. ¿De qué manera podrán jugar al rugby un grupo de argentinos en un lugar donde hubo una guerra y no tenemos relación alguna?
Este es precisamente el desafío de Rugby Sin Fronteras: demostrar que el deporte puede relacionarnos entre las comunidades. Esto no tiene nada que ver con la política ni con los gobiernos; es exclusivamente deportivo.
La Fundación busca fomentar los valores del rugby, valores que se han ido perdiendo. El respeto por el rival, el compañerismo, la amistad, el trabajo en equipo, la pasión por el juego… es un proyecto que dará sus frutos en las próximas generaciones para que nuestros hijos crezcan con códigos verdaderos. Que sepan que el trabajo y el esfuerzo son el único camino para un mejor deporte y un mejor país".